Se llama escultura al arte de modelar el barro, tallar en piedra, madera u otros materiales. Es una de las Bellas Artes en la cual el escultor se expresa creando volúmenes y conformando espacios. En la escultura se incluyen todas las artes de talla y cincel, junto con las de fundición y moldeado. Dentro de la escultura, el uso de diferentes combinaciones de materiales y medios ha originado un nuevo repertorio artístico, que comprende procesos como el constructivismo y el assemblage. En un sentido genérico, se entiende por escultura la obra artística plástica realizada por el escultor.
Giorgio Vasari (1511-1573), empieza Le vite de' più eccellenti pittori, scultori e architettori con un prólogo técnico que habla de arquitectura, escultura y pintura, unas disciplinas agrupadas bajo la denominación de «artes del diseño». La obra es un tratado informativo y valioso sobre las técnicas artísticas empleadas en la época. En referencia a la escultura comienza así:
... el escultor saca todo lo superfluo y reduce el material a la forma que existe dentro de la mente del artista.
Desde tiempos remotos el hombre ha tenido la necesidad de esculpir. Al principio lo hizo con los materiales más simples y que tenía más a mano: piedra, arcilla y madera. Después empleó hierro, bronce, plomo, cera, yeso, plastilina, resina de poliéster y plásticos con refuerzo de fibra de vidrio, hormigón, la cinética y la reflexión de la luz, entre otros. La escultura tuvo en su principio una única función, su uso inmediato; posteriormente se añadió una función ritual, mágica, funeraria y religiosa. Esta funcionalidad fue cambiando con la evolución histórica, adquiriendo una principalmente estética o simplemente ornamental y llegó a ser un elemento duradero o efímero.[1]
-Las primeras manifestaciones escultóricas se remontan al Paleolítico inferior, cuando el hombre cortaba el sílex percutiendo contra otra piedra. Posteriormente utilizó el grabado, el relieve en piedra y en huesos de animales. Hace unos 27.000 y 32.000 años aparecen representadas unas exuberantes figuras humanas femeninas de piedra, en una exaltación artística de la fertilidad;[2] son las «venus paleolíticas», como la Venus de Willendorf y la Venus de Lespugue.[2] Durante el período magdaleniense se utilizaron bastones y propulsores con motivos ornamentales. En el Paleolítico superior, los ejemplos más abundantes son tallas u objetos grabados que evolucionaron desde una fase más primitiva, con decoraciones más esquemáticas, hasta llegar a la representación de figuras animalísticas que se adaptaban a la estructura de el hueso.[1] La arcilla también fue un material habitual. Las primeras piezas escultóricas que se conocen proceden de Egipto, China, India y el Cercano Oriente, lugares donde hacia el 4000 a. C. ya existían hornos para fabricar objetos de alfarería.[3]
Uno de los avances más importantes en la historia de la escultura fue el poder trabajar el metal—primero el bronce y luego el hierro—, que sirvió para fabricar herramientas más eficientes y, además, obtener un nuevo material para realizar obras escultóricas. El proceso de construcción de la obra primero en arcilla y luego vaciarla en bronce ya se conocía en las antiguas civilizaciones griegas y por los romanos, y es el sistema que actualmente, en el siglo XXI, todavía se utiliza.[4] A partir del siglo V a. C., en el último periodo del Edad del Hierro, los celtas desarrollaron la cultura de La Tène, propagándose por toda Europa; representó una evolución del arte de la cultura de Hallstatt. En la decoración de todos sus objetos, espadas, escudos, broches y diademas, se pueden observar motivos de animales, plantas y figuras humanas. A partir del siglo III a. C. se acuñaron las primeras monedas siguiendo los modelos helénicos, así como obras figurativas como el Dios de Bouray, realizado en chapa de cobre repujada.[5]